EL PUBLIQUE

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Gobierno de Cuba sigue construyendo hoteles mientras se deteriora la salud pública en la isla


En las últimas semanas miles de cubanos y cubanas han protestado o se han mostrado indignados en redes sociales por el fuerte contraste entre lo que sucede con la construcción de hoteles en Cuba y el estado ruinoso de los hospitales y de la salud pública en general.

Según un reporte de Cubanet, si por un lado las obras para el turismo, en su mayoría a cargo del monopolio empresarial militar conocido como GAESA (nacido como una empresa off-shore creada por las Fuerzas Armadas en Panamá durante los años 80), no han sido suspendidas ni por un segundo durante este año y medio de crisis agravada por la COVID-19, y hasta mantienen inalterables sus cronogramas de entrega; por la otra se observa el deficiente e irresponsable manejo de la contingencia sanitaria por la dictadura, a lo que se suma el estado deplorable de la atención médica, en un contexto donde reinan la perpetua falta de medicinas y alimentos junto con el deterioro de la infraestructura hospitalaria y de los servicios asociados.

Mientras las dos torres de las calles 1ra y D en el Vedado, con más de 600 habitaciones y un costo total sobre los 80 millones de dólares están casi listas para la inauguración, y se alzan sobre el terreno (ya con varios niveles terminados) los complejos hoteleros de las calles 25 y K, en el Vedado, más los de 3ra y 70 en Miramar (que albergará también una inmobiliaria y un centro comercial que sustituirá el mercado actual en la zona), los hospitales en la Isla colapsan, las poquísimas ambulancias que aún brindan servicio se caen a pedazos y, si aún se pudiera hablar de “atención médica” sería gracias al esfuerzo descomunal del personal de salud y a la ayuda internacional recibida por estos días, como resultado de las campañas e iniciativas individuales para hacer llegar donativos, puesto que el Gobierno, controlado por los militares, continúa resistiéndose a desviar un solo centavo de las inversiones hoteleras a otras cuestiones ajenas a sus planes constructivos.

Contra las denuncias constantes en los medios de prensa independientes y en redes sociales, sobre tan escandalosas desigualdades, los defensores del régimen cubano más activos y agresivos (esos cuyo trabajo remunerado con presupuesto del gobierno no consiste en producir bienes sino en monitorear el ciberespacio, combatir la libertad de expresión y justificar lo injustificable) han esgrimido el argumento de que las inversiones hoteleras no se ejecutan con capital cubano sino con el aportado por los inversionistas extranjeros, algo que está muy lejos de la realidad.

No son pocas las personas dentro y fuera de Cuba que se adhieren a ese error ya por mala voluntad o ya por ingenuidad, y lo replican, sin investigar un mínimo en las noticias publicadas incluso por la prensa financiada por el Partido Comunista, donde fácil se puede comprobar el crimen que se está cometiendo ahora mismo en la Isla, a manos de un puñado de militares más preocupados por los turistas que llegarán en el año 2030 que por los cubanos que mueren y morirán de hambre o de COVID-19 ahora en 2021.

Sin ir muy lejos en el tiempo, fue en mayo de 2018 que, de acuerdo con lo publicado por la Agencia Cubana de Noticias y replicado en otros medios, la directora de Desarrollo de la inmobiliaria Almest, perteneciente al Grupo de Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas (GAESA), Daysi Malvares Moret, informó sobre tres proyectos hoteleros de capital netamente cubano.

Se refería en aquel momento a los dos inmuebles que por estos días se levantan muy próximos al Acuario Nacional de Cuba, en los terrenos al este de calle 70 entre las avenidas 1ra y 3ra. Igualmente la funcionaria se refirió a la construcción (también con capital cubano) de “un complejo inmobiliario que se extenderá desde calle 68 hacia el oeste de la calle 70”, bordeando el espacio donde se erigiría otro hotel, colindante con el Centro de Negocios de Miramar, y a unos 100 metros del que iba a ser la primera instalación administrada por una empresa estadounidense, en este caso Sheraton.

El negocio finalmente no llegó a concretarse por el giro que dieron los acontecimientos respecto al deshielo de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y el régimen cubano. No obstante, el proyecto ha seguido en pie y, de acuerdo con información obtenida de funcionarios de la constructora, Almest no lo ha retirado de sus planes ni ha disminuido el ritmo de ejecución, aun cuando no se han recibido otras propuestas de administración extranjera.

“Hay dinero para hacerlo y lo gastarán pero no en otra cosa que no sea el hotel”, ha comentado al respecto una fuente anónima directamente vinculada a la empresa militar. Y además señaló: “La política de Almest, como la del GAE (GAESA) en general, es no trabajar con capital extranjero. No le hace falta, no le interesa pero tampoco le conviene. Trabaja con los franceses (Bouygues Bâtiment International) porque es un mal necesario, necesitan de esa fuerza especializada que aquí no existe, pero los hoteles son ciento por ciento de Almest, y parte de ese capital proviene del arrendamiento (de hoteles) a Gaviota, y no solo de eso sino de todas las demás empresas del GAE, que son muchísimas. Todo sale y vuelve a entrar en el mismo saco”.

También a mediados de 2018, igual en correspondencia con lo declarado por directivos de Almest a la prensa oficialista, solo en parcelas reservadas por GAESA en los municipios de Plaza de la Revolución, Playa y Habana Vieja, se autorizó un plan de construcción de unas 7 500 nuevas habitaciones hasta el año 2025, todas con capital propio.

Entre las obras de ese portafolio en particular sobresale, sin dudas, la edificación de la torre de 42 pisos y 565 habitaciones que, emplazada frente a la heladería Coppelia, será el hotel más alto de La Habana cuando se inaugure a finales de 2022.


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