EL PUBLIQUE

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Documentos revelan cómo el empresario colombiano Alex Saab había estado ofreciendo información a agencias federales estadounidenses desde hacía cuatro años


Por Daniel Coronell | Opinión

El Reporte Coronell | La W Radio
Noviembre 17, 2021

Hay una nueva evidencia de la cooperación de Alex Saab con el Gobierno de Estados Unidos. Desde hace cuatro años, antes de su captura en Cabo Verde, Saab venía ofreciendo información a las agencias estadounidenses sobre las actividades ilícitas de la cúpula venezolana.

Los indicios empezaron a salir a flote a raíz de la condena del profesor Bruce Bagley emitida ayer por un juez de Nueva York.

Por cierto, le fue espléndidamente al profesor Bagley con su sentencia de apenas 6 meses de cárcel. Habrían podido ser siete años o cuarenta pero la sacó barata, lo cual puede indicar dos cosas:

  1. Que el juez realmente se conmovió porque era un hombre mayor, enfermo y sin antecedentes; que es la versión que hasta ahora se ha dado.
  2. Que no estamos viendo esta película completa y que detrás de la operación de lavado por la que fue condenado el profesor Bagley hay un proceso largo de acercamiento de Alex Saab con la justicia de Estados Unidos que empezó mucho antes de su captura en Cabo Verde y de su posterior extradición.

El profesor Bagley no es tan inocente cómo han querido pintarlo sus abogados: Un académico distraído que por necesidad se metió a lavar unos dolaritos para poder pagar los cuidados de su esposa lisiada después de un accidente.

La verdad es que Bruce Bagley actuaba como gestor de Alex Saab desde hace años. El periodista Gerardo Reyes narra en el libro que ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en las últimas horas, que en 2017 recibió comunicaciones del profesor Bagley en estos términos: “Quisiera hablar contigo este fin de semana o el lunes por la mañana del tema de Alex Saab”.

El correo electrónico se produjo horas después de que Reyes publicara una investigación sobre Saab y su socio Álvaro Pulido titulada “El oscuro pasado de dos millonarios contratistas del gobierno venezolano”

Bagley, después de ser respetable académico, había empezado a frecuentar malas compañías y a ofrecer asesorías raras y testimonios pagados en diversas cortes de Estados Unidos.

Una de esas malas compañías, quizás no la peor, se llama Jorge Luis Hernández Villazón y es conocido con el alias de ‘Boliche’, o ‘Boli’.

‘Boli’ es un narcotraficante y paramilitar que pertenece a conocidas familias de Valledupar. Por el Hernández es primo del Ñeñe, de cuya cercanía con la campaña del presidente Iván Duque existen pruebas. Por el lado Villazón es familiar del exprocurador y excontralor general Edgardo Maya.

Boli salió de Colombia en 2001 y se entregó a la justicia de Estados Unidos después de sostener una disputa con Salvatore Mancuso por un embarque de cocaína.

Como sucede frecuentemente en Estados Unidos, ‘Boli’ mutó de narcotraficante a informante. Para algunos agentes federales Boli es poco creíble pero otros lo tienen en muy buena opinión.

El profesor Bagley se enredó judicialmente cuando, de la mano de ‘Boli’, recibió en sus cuentas bancarias tres millones de dólares provenientes de empresas de Alex Saab en Emiratos Árabes Unidos y Suiza.

Cuando la plata de Saab llegaba a las cuentas de Bagley, el profesor iba hasta la sede del banco acompañado por ‘Boli’. Se quedaba con el 10 por ciento de la transferencia y pedía un cheque de gerencia (un cashier check como se dice en Estados Unidos) a nombre de una sociedad llamada Hernández De Luque Brothers LLC. Una compañía de Boli.

Lo que siempre ha llamado la atención es que las autoridades estadounidenses hayan seguido la pista, capturado y procesado a Bagley, beneficiario del 10 por ciento de la operación de lavado, y en cambio no hayan hecho nada contra los beneficiarios del 90 por ciento de los fondos.

Ahora hay una pista que podría despejar esa incógnita.

El proceso contra el profesor Bagley, resuelto ayer por condena, está lleno de información oculta por orden del gobierno americano. Los documentos tienen grandes trozos tachados electrónicamente para esconder la identidad de los otros implicados en la cadena de lavado.

Sin embargo, hay un párrafo que, a pesar de las tachaduras, resulta revelador.

Viene de las páginas 15 y 16 del memorando de sentencia contra Bruce Bagley, firmado por Peter Enrique Quijano, abogado del condenado profesor. Y el documento es perfectamente entendible porque en ese párrafo la palabra tachada es la misma todas las veces. Es una palabra de solo cuatro letras, exactamente el mismo número de letras que tiene el apodo ‘Boli’.

Pero bueno, yo se las voy a traducir y leer. Donde quiera que aparezca el tachón no diré ‘Boli’, sino ‘cuatro letras’. Oigan esto con atención:

“Cuatro letras le dijo al Dr. Bagley que las agencias federales querían que Alex Saab proporcionara inteligencia con respecto al gobierno venezolano, y las reuniones ya habían comenzado. Pero era obligatorio que tales pagos de Saab a Cuatro letras (y/o abogados en Estados Unidos) permanecieran indetectables dentro del sistema cambiario internacional. En consecuencia, preocupados por la seguridad de Saab y de cuatro letras, solicitaron que el Dr. Bagley recibiera esos pagos y los remitiera a la cuenta de cuatro letras para realizar desembolsos a los abogados. La preocupación no era que Estados Unidos se diera cuenta de estos pagos, sino que individuos cercanos al Gobierno de Venezuela, o el propio gobierno venezolano, los descubrieran”.


Es decir, desde esa época, 2017, hace cuatro años, había una comunicación de Alex Saab con el Gobierno de Estados Unidos para entregar información sobre Nicolás Maduro y su combo, a través de alguien con un alias de cuatro letras y unos abogados.

Los pagos pasaban por la cuenta del profesor solo para que los venezolanos no se dieran cuenta porque la delación quedaría en evidencia y Alex Saab estaría en riesgo mortal. Riego que persiste para su esposa y sus hijos menores que hoy están en Caracas, por eso los abogados de Saab quieren negar ese viejo proceso de cooperación.

Leyendo este documento me acorde inmediatamente de una foto publicada por la Nueva Prensa que retrata al antiguo narcotraficante e informante Boli B-O-L-I, ataviado con camisa rosada, presidiendo una mesa de juntas. A su lado, de pie, está el abogado Abelardo de la Espriella, quien posa su minúscula mano sobre el hombro de ‘Boli’. En la mesa está sentado el famoso exarquero paraguayo José Luis Chilavert, y al lado una cuarta persona cuya identidad aún está por establecer.




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