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Juan Carlos Buitrago: El infierno de la celda siete | Colombia


Por: Juan Carlos Buitrago Arias | OpiniĆ³n

Las2Orillas

El piso 7 del Inpec, donde funciona el despacho del director general, se ha convertido en la mĆ”s siniestra celda de las cĆ”rceles del paĆ­s, donde han estado presos, literalmente atrapados por un sistema corrupto e ineficiente, 23 directores que han pasado por allĆ­ desde su creaciĆ³n en 1992. La direcciĆ³n del Inpec, es un verdadero horno crematorio,  solo subyacen las cenizas de todos los descabezados, los investigados y los hundidos en el desprestigio de haber salido quemados por la puerta trasera, por cuenta de las incesantes crisis, el poder subterrĆ”neo y detractor de los sindicatos, la influencia temeraria de las mafias, la corrupciĆ³n boyante, la criminalidad imperceptible y la ausencia de carĆ”cter y firmeza de los gobernantes para solucionar una grave crisis penitenciaria siempre ad portas de implosionar.

Desde la fuga de Pablo Escobar el 21 de julio de 1992, hasta las recientes irregularidades del preso Carlos Mattos y el escape cinematogrĆ”fico de la ex parlamentaria Aida Merlano, lo Ćŗnico que hemos presenciado los colombianos, es escĆ”ndalo, tras escĆ”ndalo, y un desfile transitorio de generales de la PolicĆ­a su mayorĆ­a, por el Piso 7, lo mĆ”s parecido a la peor celda intramuros, que han sido puestos allĆ­ sin experiencia en asuntos penitenciarios y que son destituidos o relevados como fusible de coyuntura para enmascarar la fragilidad de un desgobierno penitenciario y carcelario que aĆŗn no logra encontrar una soluciĆ³n determinante a uno de los mĆ”s importantes desafĆ­os de las democracias en materia de polĆ­tica criminal y penitenciaria.

Las cĆ”rceles son el espejo del mundo exterior. Y en Colombia son el inframundo para seguir delinquiendo. Y lo mĆ”s grave, el fallido sistema estĆ” a merced de los delincuentes que no tienen otra opciĆ³n que sobrevivir incorporĆ”ndose desde su ingreso a prision, a las mas degradantes prĆ”cticas donde nada importa la dignidad de las personas o la construcciĆ³n de una mejor sociedad. La perversidad del sistema los fuerza a incrustarse automĆ”ticamente al peor de los mundos, porque no encuentran otra opciĆ³n.

Expertos y ciudadanos del comĆŗn, no entienden la ineficacia del Estado para ponerle coto a un asunto tan serio para la justicia y la sociedad, pero que se ha convertido en una burla cotidiana de la inoperancia estatal. El libreto para implementar un sistema penitenciario y carcelario Ć³ptimo, estĆ” escrito. La ONU ha desarrollado mĆŗltiples esfuerzos en esta direcciĆ³n y ha construido estĆ”ndares y manuales para acompaƱar a los gobiernos en esta materia. Por ejemplo, en 2020 la oficina para la prevenciĆ³n de las drogas y el delito de Naciones Unidas publicĆ³ el Manual para la ClasificaciĆ³n de los Reclusos, considerada una herramienta de cuarta generaciĆ³n para cumplir con el propĆ³sito rehabilitador de la pena. Solo basta con leerlo y aplicarlo, y destinar los recursos necesarios para hacer de las cĆ”rceles centros dignos, resocializadores y protectores de la vida de la poblaciĆ³n reclusa. Esta medida simple pero grande, es la base de la edificaciĆ³n de un sistema penitenciario que cumpla con su objetivo de naciĆ³n. Pero no se cumple, realmente pasa por inadvertido.

Son mĆŗltiples las explicaciones que podrĆ­amos desarrollar para desnudar el deterioro del funcionamiento de las prisiones. Comenzando por el grave error de convertir las estaciones de policĆ­a en centros transitorios de detenciĆ³n, hasta la perversa prĆ”ctica de asignar unidades militares y policiales para purgar penas. Una verdadera alcahueterĆ­a, que solo ocurre en Colombia y que estratifica a los reclusos, no por su peligrosidad, sino por su afinidad a sectores polĆ­ticos que usufructĆŗan el poder.

Pero ademĆ”s de la incidencia de la corrupciĆ³n, hay dos actores crĆ­ticos que conforman el engranaje operativo y mueven la maquinaria corrupta en las cĆ”rceles: el Cuerpo de Custodia y Vigilancia y los mĆ”s de 60 sindicatos vigentes en el Inpec. Estos dos componentes son detractores de la alta direcciĆ³n del Inpec celebran aunadamente la forma como aƱo tras aƱo se queman en la celda # 7 sus directores. No les importa, porque ven al director general como un intruso, pasajero, que llega para quedar en cenizas; y lo saben bien, porque es evidente su malintencionada voluntad, su presiĆ³n constante, su sabotaje abierto y la alianza criminal de muchos guardianes y sindicalizados con los internos, para acabar con una carrera de mĆ”s de 30 aƱos. PlĆ”cidamente celebran el rodamiento de cabezas mientras permanecen intocables y es aquĆ­ donde estĆ” el nĆŗcleo siniestro de la corrupciĆ³n en las cĆ”rceles. Confabulados por el control del poder intracarcelario permiten ingreso de drogas, dinero en efectivo, equipos de comunicaciones, prebendas y facilitan fugas, al servicio del mejor postor. ¿Por quĆ© Carlos Mattos tenĆ­a 150 millones de pesos en efectivo en su celda?, ¿por quĆ© Juan Guillermo Monsalve tenĆ­a licor y dinero, y disfrutaba de bacanales en prisiĆ³n? ¿A caso la responsabilidad de lo que ocurre a kilĆ³metros de distancia es del director general del Inpec? Sin duda alguna, es la mano perversa, permisiva y cĆ³mplice de guardianes y sindicatos que mueve millones de pesos cada dĆ­a.

La Celda nĆŗmero 7 en el Inpec es el infierno de los generales de la PolicĆ­a Nacional. ¿Hasta cuĆ”ndo seguiremos en este cĆ­rculo vicioso que frustra sĆŗbitamente la carrera de honorables policĆ­as? ¿CuĆ”ndo tendremos una polĆ­tica criminal que le apueste, simple y llanamente a cumplir con el libreto ya escrito para solucionar la problemĆ”tica carcelaria? ¿CuĆ”ndo superaremos el viacrucis cotidiano de las URI y las estaciones de policĆ­a hacinadas, deterioradas y contrarias al fin preventivo de quienes aĆŗn no han sido condenados? ¿CuĆ”ndo lograremos el objetivo penitenciario y carcelario, de proteger la vida e integridad, evitar la reincidencia y alcanzar una Ć³ptima rehabilitaciĆ³n de nuestros prisioneros?.

LPNSN Al momento de elegir este domingo, no olvide que su voto es decisivo en defensa de la institucionalidad, por los soldados y policĆ­as de la patria, sus familias y el estado social de derecho. El populismo, el asistencialismo y la demagogia es el disfraz de las  “democracias” autoritaritas.


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