El domingo 19 de junio Colombia afrontará una histórica prueba de fuego. Por
primera vez, dos candidatos, aparentemente antisistema y antiestablecimiento,
que no emergen de la clase política tradicional, enarbolando el voto protesta
por la paz, contra la corrupción y la impunidad, representado en el 70 % de
los electores, se disputan la Presidencia de la República en segunda vuelta.
Un desafío sensible para la democracia, en un agudo ambiente de polarización y
confrontación política, abonado esencialmente por la figura y los feudos en
contienda, con opción de gobernar el país, en cabeza de un exguerrillero,
aministiado e indultado, representando la coalición de izquierda más poderosa
de la nación, en alianza con uno de los grupos subversivos más violentos de
los últimos cincuenta años, ahora desmovilizado y actuando bajo la
denominación de Los Comunes. El pánico, la incertidumbre y el nerviosismo,
crece al cierre de esta agónica etapa electoral, casi la mitad de la población
está en vilo, la misma, que según las encuestas reúne sectores radicales y
moderados que rechazan categóricamente el modelo de país que ofrece el Pacto
Histórico.
Es un escenario realmente atípico, porque le antecede un período que ha puesto
en jaque la institucionalidad, por cuenta de la más degradante campaña
política que haya vivido la nación, cuyos protagonistas se han exhibido en
escenas vergonzantes, denigrantes, abudantes de mentiras, descalificación y
maltrato a la dignidad de sus contendores. Un escenario, precedido más
grave aún, por una protesta que de origen estudiantil, mutó a un movimiento
nacional, hábimente absorbida por la izquierda, y que se tornó violenta y
criminal. Cada fase fue sigilosamente planificada bajo la estrategia de
desestabilizar al Gobierno, deslegitimar a la autoridad y abonar terreno para
unas conquistas políticas que les ha arrojado, hasta ahora, significativos
dividendos. Les queda acceder al poder el próximo domingo.
No existe duda, en los últimos ocho años, explotó un nuevo fenómeno político
para el país, con fuerza y bases articuladas y movilizadas por la izquierda
desde todos sus matices, donde convergieron las guerrillas, sectores
radicales, grupos moderados y exponentes de la izquierda comunista
internacional. Esta exposición, ha develado su condición rebelde, anarquista y
“antisistema”, que preocupa a la mitad de los colombianos, por que nos han
demostrado sed de venganza, resentimiento desmedido, ansiedad de poder,
rechazo a la autoridad y a las instituciones, y desprecio desmesurado por el
bien público. Desabastecer ciudades, bloquear puertos y aeropuertos, destruir
vías, el sistema de transporte, monumentos, entidades financieras y
comerciales, incursionar agresivamente en iglesias y hospitales, son hechos
innegables que generan desconfianza y excepticismo a la hora de gobernar. Pero
más grave aún, se pregona un cambio, con formulaciones gaseosas, sin garantías
y cocinado subterráneamente por personajes sin escrúpulo, que al mejor estilo
del terrorismo acude a la perversa estrategia, de que el fin justifica los
medios. Los videos son la evidencia.
Las bases de la izqueirda, alrededor del Pacto Histórico, quedaron
fusionadas en la autodenominada “primera línea”, los “escudos azules” y las
milicias de las Farc y del ELN. Grupos anarquistas, sin Dios y sin Ley,
carentes de identidad pero con ínfulas antisistema, están igualmente
atrapados en sus correas de transmisión, manipulados para exacerbar la
violencia, generalizar el caos y confrontar a la autoridad. Prácticas que
exponen con cínico orgullo y descaro, para amedrentar y notificar al país de
la existencia de un campo de “resistencia y lucha” que podría
manifestarse el domingo de elecciones, una vez se conozcan los
resultados sobre el próximo Presidente. Ya las Farc a través de los
Comunes están en el Pacto Histórico y su pretensión es acceder al poder a
través de la política; por su parte el ELN, la nueva Marquetalia, el Clan
del Golfo y las disidencias, presionan en sus territorios a la población
para que voten a favor de su candidato; indicios de suma gravedad cuando se
ha ventilado la existencia de un plan B, en caso de que los resultados sean
adversos y favorezcan al candidato independiente. Planean alterar el orden
electoral y activar movimientos de resistencia para conquistar el poder a
través de la violencia, ¿será especulación?, ¿tendrán la capacidad para
lograrlo?. Según las informaciones de prensa, la Inteligencia Policial posee
suficientes elementos que refuerzan esta probabilidad, y al mismo tiempo el
director general de la Policía aseguró poseer evidencia de planes de
perturbación por parte de la “primera línea” para el día domingo.
Otros países en recientes certámenes electorales, han vivido escenarios
similares, logrando controlar y superar escaramuzas, proteger los intereses
supremos de la democracia y recuperar el control del orden público; sin
embargo, en Colombia las circunstancias son diferentes y complejas, aún
subsisten grupos armados al margen de la ley que amenazan la seguridad del
estado, que actúan clandestinamente en la misma hoja de ruta con bases
sociales beligerantes, radicales y anarquistas. Por esto, el desafío de la
Fuerza Pública y los Organismos de Inteligencia y Seguridad del Estado para
el domingo 19 de junio, no solo debe orientarse a obtener precisa
inteligencia sobre planes insurgentes de desestabilización, sino,
especialmente disponer de toda la preparación, capacidad y disponibilidad
para prevenir, anticiparse y responder con total efectividad ante el más
mínimo asomo de amenaza a la democracia.
LPNSN: Una apertura de fronteras con un régimen dictatorial, no es
otra cosa que entregar las llaves de casa al enemigo, para que se apodere de
sus activos estratégicos.
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