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Juan Carlos Buitrago: El silencio de los inocentes | Colombia


Por: Juan Carlos Buitrago Arias | Opinión

Las2Orillas

Son muy preocupantes los indicadores que en materia de democracia, transparencia, confianza y criminalidad asignan las mÔs reputadas firmas internacionales de medición anual a nuestro País. Tradicionalmente hemos sido catalogados una de las sociedades mÔs abiertas no solo de Latinoamérica sino del mundo; ahora presenciamos un viraje significativamente notorio hacia una sociedad cerrada. Producto esencialmente de los factores arriba mencionados. Solo para comenzar una cifra, la medición de la corporación Latinobarómetro 2021, señala que somos el cuarto país de la región, con la mÔs baja calificación de apoyo a la democracia por sus ciudadanos y la que sufrió la mÔs drÔstica caída desde 2018, -11 puntos. Estamos en el periodo de mayor incredulidad sobre las Instituciones desde 1997.

Muchos nos resistimos a aceptar  teorĆ­as muy respetables por cierto,  sobre “la captura del Estado” por cuenta de la corrupción y el crimen organizado, pero quedan pocos argumentos y la razón es poderosa, pues solo  la corrupción le cuesta al paĆ­s segĆŗn la ContralorĆ­a 50 billones de pesos anuales, y los corruptos invierten hasta el  30 % para cooptar a servidores pĆŗblicos y privados, mientras el crimen organizado representa el 3.5 %  del PIB y segĆŗn el ƍndice Global de Crimen 2021, Colombia despuĆ©s de la RepĆŗblica  del Congo, es la segunda en el mundo con mayor presencia de la criminalidad; realmente preocupante y alarmante.

De la corrupción y el crimen organizado se aprovechan avivatos, ventajosos y regateadores, los malos empleados, con mentalidad criminal,  que desde sus cargos en organizaciones pĆŗblicas y privadas, no solo son indiferentes a estos fenómenos, conviven con ellos, se acomodan con versatilidad a la maquinaria del pillaje y las usufructan. Otros callan para no asumir riesgos, que pueden costarles hasta la vida, y los mĆ”s osados denuncian,  colocando en peligro su integridad, la de su familia, y si les va bien, terminan trasladados, rezagados, estigmatizados o despedidos. Porque se han convertido en una amenaza para el poder criminal; inocentes que irónicamente debieron silenciarse, para no pagar las consecuencias.

Pero existen otras formas de “captura del Estado” derivadas de conductas contrarias al deber ser de las organizaciones, lesiona la dignidad de sus integrantes, menoscaba los valores e incide inexorablemente en los resultados. Y estos comportamientos estĆ”n vinculados a prejuicios y/o retaliaciones derivadas de la desinformación, la cizaƱa y las pugnas por el poder, cuya pretensión siempre serĆ” estigmatizar, anular o quitar del camino a quienes luchan por el bien comĆŗn, persiguen la verdad y buscan la coherencia  entre la Ć©tica y la prĆ”ctica de las instituciones.

Otro tipo de actitudes, no menos graves que las anteriores, y que tambiĆ©n se enmarcan en la tendencia de “capturar” las instituciones del Estado, se relacionan con la ineficiencia, la mediocridad, el mal trato, el miedo y la discriminación. Que ponen a las organizaciones adportas de su desaparición cuando se enquistan poderes de esta subcultura, donde prevalece la apariencia cosmĆ©tica de lo legal,  muy comĆŗnmente manipulada por mandos medios, en cĆ­rculos de confianza de los jefes y/o algunas veces desde la alta dirección; instaurando una tiranĆ­a ausente de sabidurĆ­a y humanismo, basada en el temor y conllevando la degradación de la confianza, la armonĆ­a y el bienestar de las personas. Lo que tiene un efecto siniestro en la obediencia reverencial y en la deserción de los buenos empleados.

El mal mayor de todo lo anterior, es el silencio de los inocentes, de los buenos, de los que callan; pues la trilogĆ­a del mal que ha “capturado al Estado” se apodera del deber ser, de los valores y del bien comĆŗn, para volcarlos subterfugiamente y a veces abierta y descaradamente a disposición de jefes autocrĆ”ticos, egoĆ­stas, perversos, y en muchos casos al servicio de las mafias y de la corrupción. Razón encuentra la medición del Latinobarómetro 2021 al ubicar a Colombia como el tercer paĆ­s de la región donde los ciudadanos se enfrentan a consecuencias negativas cuando expresan sus opiniones, despuĆ©s de Bolivia y Ecuador. Por la misma razón el 53 % prefiere callar. Y peor aĆŗn cuando la confianza en la justicia estĆ” por el suelo. De acuerdo con el Ć­ndice de Estado de Derecho de 2021 realizado por el World Justice Project, Colombia estĆ” en el puesto 77 entre 128 paĆ­ses con peor desempeƱo en Justicia.

El profesor Michael Sandel de la Universidad de Harvard nos deja importantes lecciones en sus obras sobre La tiranĆ­a del mĆ©ritoLo que la plata no puede comprar, y Justicia: ¿hacemos lo que debemos? Del mismo modo el profesor Antanas Mockus, cuya majestuosa frase estĆ” descrita en el libro de mi autorĆ­a Los principios no se negocian: “siempre busquĆ© capacidad de discernimiento para distinguir entre lo moralmente vĆ”lido, lo legalmente permitido, lo culturalmente aceptable, y lo Ć©ticamente posible”. Y finalmente destaco el mensaje de la escritora espaƱola Adela Cortina : “La Ć©tica sirve, entre otras cosas, para recordar que es una obligación ahorrar sufrimiento y gasto, haciendo bien lo que estĆ” en nuestras manos, como tambiĆ©n invertir en lo que vale la pena”.

Los valores condicionan la existencia de una sociedad y como lo ha expresado Henry Kissinger: “vivimos en un tiempo maravilloso en el que el fuerte es dĆ©bil debido a sus escrĆŗpulos y el dĆ©bil se fortalece debido a su audacia”. Alguien lo describió con sensata sabidurĆ­a, es el momento de construir un nuevo contrato social; mientras tanto seguirĆ” creciendo el silencio de los inocentes, en otras palabras, alimentando monstruos dentro de las organizaciones.

LPNSN: En el capĆ­tulo II del libro Los principios no se negocian encuentran experiencias apasionantes de lo que significa colocar la Inteligencia del Estado al servicio del bien comĆŗn.



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