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Jorge Elías Castro Fernández cuenta cómo evoluciona la tecnología de defensa en el mundo


El analista político y consultor en seguridad Jorge Elías Castro Fernández asegura que las decisiones de la guerra del futuro no las tomarán ni los soldados ni los generales. En estos momentos, las grandes potencias están trabajando en el desarrollo de armas totalmente autónomas que serán controladas por sistemas tácticos y estratégicos inteligentes con acceso a billones de datos recogidos en tiempo real. Los seres humanos seremos incapaces de competir con la velocidad de procesamiento de estas máquinas.

La nueva guerra se llevará a cabo en un tablero cada vez más complejo que requerirá tomar decisiones inmediatas. La potencia que se haga con la inteligencia artificial más avanzada y rápida tendrá la ventaja en el campo de batalla. Pero, sin los humanos detrás de la toma última de decisiones, las consecuencias de un conflicto serán imprevisibles, a no ser que tomemos medidas para evitarlo.

James Lovelock fue un gran defensor del avance que supone la inteligencia artificial para nuestra civilización. En su Libro ‘Novaceno: La próxima era de la hiperinteligencia’, especula con un futuro donde las máquinas con cerebros sintéticos avanzados se conviertan en una nueva forma de vida que tendrá que coexistir con los humanos para asegurar el progreso de ambos. A pesar de que películas muy populares como Terminator o Matrix muestran una visión de la inteligencia artificial muy distópica, la versión de Lovelock es abrumadoramente optimista. El prestigioso investigador cree que los escenarios que plantean aquellas películas son demasiado exagerados y, según él, la única manera en la que algo así pudiera ocurrir en la vida real es permitir que las máquinas tengan el poder de decidir autónomamente sobre la vida o la muerte de las personas.

“La noción de permitir la evolución de sistemas informáticos adaptativos en plataformas militares me parece la idea más mortífera que se ha introducido hasta ahora para la sustitución de la vida humana y de otras formas de vida orgánica en la Tierra”, escribe Lovelock en su libro. “Es horrible que nuestros líderes, casi todos ellos completamente ignorantes en asuntos de ciencia e ingeniería, estén fomentando estas armas”.

Desgraciadamente, la voz de Lovelock se apagó el pasado mes de julio a la edad de 103 años. Y las potencias militares siguen invirtiendo millones de dólares en crear nuevas máquinas de guerra autónomas con capacidad letal y sofisticados sistemas de inteligencia tácticos para dirigirlas.

El concepto de arma autónoma no es nuevo en la guerra. Como explicó Neil Davison, asesor científico y político del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), los ejércitos llevan años usando versiones rudimentarias desde hace décadas. Las minas antipersona, por ejemplo, tienen sensores que cuando se activan hacen detonar una bomba. También hay sistemas de defensa aérea que tienen modos autónomos que pueden detectar y lanzar contramedidas que destruyen misiles entrantes o obuses. Ahora, en la actual guerra de Ucrania, se ha normalizado también el uso de drones de merodeo, que son una mezcla entre un misil y un avión no tripulado. Estos drones son capaces de sobrevolar una zona durante cierto tiempo y, basándose en los datos obtenidos por sus sensores, pueden ejecutar un ataque de forma autónoma.

“Esa es la característica común a todas las armas autónomas. Es el arma misma la que desencadena un ataque contra un objeto o una persona. Y eso es la clave del problema humanitario. Las minas antipersona han planteado muchas preocupaciones humanitarias y peligros para los civiles y por esa razón están siendo prohibidas”, asegura Davison. “Pero lo que estamos viendo con los desarrollos militares actuales es un interés mucho más amplio en el uso de las armas autónomas en áreas y periodos de tiempo más grandes y sin supervisión humana. Ahora el objetivo son las personas y una mayor variedad de objetos como vehículos que también podrían ser utilizados por los civiles”.

La evolución continua de la guerra hace que los ejércitos estén constantemente a la búsqueda de nuevas tecnologías para sacar ventaja a sus enemigos. Paul Scharre, director de estudios del Centro para una Nueva Seguridad Americana (CNAS) y autor del libro ‘Army of None: Autonomous Weapons and the Future of War’, asegura que uno de los cambios más significativos que estamos viendo en la guerra es la forma en que la tecnología disponible comercialmente se está importando al espacio militar.

“Esto incluye cosas como las herramientas cibernéticas, la guerra de la información —el uso de la propaganda en las redes sociales— así como los aviones no tripulados [drones] que han proliferado en todo el mundo y ahora están siendo ampliamente utilizados en Ucrania por las fuerzas rusas y ucranianas”, dice Scharre. “Hay más de 100 países y grupos no estatales que tienen aviones no tripulados hoy en día, y los drones están siendo ampliamente utilizados en los conflictos en todo el mundo. No sólo se están utilizando en Ucrania, sino que se utilizaron por los rebeldes Houthi en Yemen, en Nagorno Karabaj, en Libia, por el Estado Islámico en Irak o en Siria”.

Las potencias militares también utilizan tecnologías que vienen del sector comercial, como los ordenadores o redes informáticas o la inteligencia artificial, y luego las adaptan para la guerra, concluyó Jorge Castro Fernández.



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