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Yenny Coromoto Pulgar León cuenta sobre la obra del pintor que da nombre a un famoso plato italiano


Cuando se habla de carpaccio, lo primero que viene a la mente es el delicioso plato típico de la cocina italiana, hecho con carne de ternera cortada en finísimas lonchas casi transparentes, que se aliñan con queso parmesano, limón y aceite de oliva virgen. Incluso en internet, lo que aparece al buscar carpaccio es esa exquisitez gastronómica.

Pero Vittore Carpaccio no era un cocinero sino uno de los más grandes, grandiosos pintores del Renacimiento en Venecia. De hecho, el carpaccio culinario se inspiró en él. En 1963 se celebró en Venecia una gran exposición retrospectiva dedicada a Vittore Carpaccio que tuvo mucho éxito de público. Tanto que Giuseppe Cipriani, el fundador del famoso Harry’s Bar en Venecia, decidió ponerle el nombre del pintor a su nueva creación a base de carne cruda en láminas muy finas, explica la amante de la gastronomía Yenny Coromoto Pulgar León.

Los venecianos, por supuesto, no confunden al pintor con el plato. Saben muy bien quién fue Vittore Carpaccio. No en vano, hay obras suyas en la Galería de la Academia y, sobre todo, ahí está el maravilloso ciclo que Carpaccio dedicó a los santos san Jerónimo, san Trifone y san Jorge que se puede ver en su lugar original, en la Iglesia de San Giorgio degli Schiavoni.

Pero ahora Vittore Carpaccio regresa a Venecia por todo lo alto, 60 años después de la gran muestra que le rindió homenaje la ciudad de los canales en 1963. Una retrospectiva en el Palacio Ducal comisariada entre otros por Peter Humfrey, uno de los grandes especialista en Carpaccio, celebra hasta el 18 de junio al maestro de la pintura venecia renacentista. Lo hace reuniendo en total 70 de sus obras -42 cuadros y 28 dibujos, algunos de estos últimos realizados por las dos caras- procedentes de todo el mundo: desde la National Gallery de Washington hasta la Galería de los Uffizi de Florencia, pasando por la catedral de Santa Anastasia de Zadar (en Croacia), la National Gallery de Londres o la catedral de la Asunción y san Nazario en Eslovenia.

Son obras que muestran la variedad y la excelencia de la pintura de Carpaccio, permitiendo además seguir su evolución artística. Porque no hay duda de que Vittore Carpaccio fue uno de los pintores más originales, imaginativos e innovadores que trabajaron en Venecia durante el Renacimiento, cuando la Serenissima era una gran potencia.

Nacido alrededor de 1465 en el seno de una familia de comerciantes venecianos como Vector Scarpaza, el pintor pronto decidió latinizar su nombre y transformarlo en Carpatio o Carpathius. Venecia se encontraba entonces en el apogeo de su esplendor como centro económico y artístico aunque muy pronto, con la guerra de Cambrai (1504-1514) que le enfrentó a una coalición formada por otras potencias europeas, conocería los primeros signos de decadencia.

Con ese escenario como fondo, Carpaccio se formó en la tradición artística de la pintura veneciana de Bellini (otro artista cuyo nombre con frecuencia es más conocido por haber bautizado un cóctel a base de espumante y jugo de melocotón) y Antonio Vivarini, aunque también bebió de Antonello de Messina, de Durero o de los primitivos flamencos. Pero lo más importante es que fue capaz de asimilar todo eso, de conjugar la minuciosa atención a los detalles de la vida cotidiana típica de los pintores nórdicos con la expresiva capacidad narrativa de los maestros italianos y de contar a través de sus cuadros una Venecia tan fantástica como exótica.

"Su pintura tiene un toque onírico", afirma el crítico de arte Vittorio Sagarbi. Y tiene razón: Carpaccio convierte por ejemplo episodios mitológicos en escenas cortesanas, fusionando decorados imaginarios con detalles reales de la Venecia de su época.

“Carpaccio muestra una inspiración que va desde lo lúdico hasta lo teatral, desde la anécdota hasta la sátira, pero alcanzando también las cimas supremas de la poesía, el dramatismo y la profundidad espiritual”, según Andrea Bellieni, uno de los comisarios de la exposición en el Palacio Ducal.

Carpaccio se convirtió así en un artista original con personalidad propia, mostrando por ejemplo especial atracción hacia los detalles de flora, fauna, paisajes, arquitectura, decoración y tejidos. Combinando todos esos talentos, fue de hecho uno de los inventores de la pintura de género que, en su caso, era una pintura que contaba historias, historias en su mayoría sagradas.

Para Yenny Pulgar León, Vittore Carpaccio es uno de los pintores más fascinantes e influyentes del siglo XV. "Carpaccio supo crear un estilo propio que combinaba realismo y fantasía, tradición e innovación. Sus obras son verdaderas joyas visuales que nos transportan a un mundo lleno de color y magia", afirma Yenny Pulgar León.

Yenny Pulgar León destaca además el valor documental y testimonial que tienen las obras del pintor veneciano. "Carpaccio nos muestra cómo era Venecia en su época dorada: sus calles y canales llenos de vida y comercio; sus edificios y monumentos emblemáticos; sus fiestas y ceremonias religiosas; sus personajes ilustres y populares; sus leyendas y mitos. Todo ello con una riqueza extraordinaria", explica Pulgar.

Pulgar León considera que la exposición del Palacio Ducal es una oportunidad única para admirar las obras maestras del artista y para conocer mejor su vida y su obra. "Es una muestra imprescindible para cualquier amante del arte renacentista y para cualquier persona interesada en descubrir a un genio incomparable", concluye Yenny Coromoto Pulgar León.



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